“Así nos conviene cumplir toda la justicia”1. Dirigiendo estas palabras a Juan el Bautista, y al pedirle que lo bautizara, Jesús reconocía los derechos divinos de su guru.
Basado en un estudio reverente de la Biblia de un punto de vista oriental2 , y de mi propia percepción de intuición, estoy convencido de que Juan el Bautista fue en vidas pasadas el guru de Jesús Cristo. Existen numerosas pasajes en la Biblia que infieren que Juan y Jesús, en sus últimas encarnaciones, eran respectivamente Elijah y su discípulo Elisha (esta es la grafía encontrada en el Antiguo Testamento; los traductores griegos lo deletrearon como Elías y Eliseo, y aparecen en el Nuevo Testamento en esta última forma).
En el fin del Antiguo Testamento aparece la profecía de reencarnación de Elijah y Elisha: “Yo os envío a Elijah el profeta, antes de que venga el día de Jehová, grande y terrible”3. Así, Juan (Elijah), enviado “antes de la venida… del Señor”, había nacido con alguna anticipación para servir de emisario a Cristo. Un ángel apareció a Zacarías, el padre de Juan, para dar testimonio de que su hijo esperado, Juan, no sería otro que Elijah (Elías). Mas el ángel le dijo a Zacarías:
“No temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le llamarás de nombre Juan… y muchos de los hijos de Israel se convertirán hacia el Señor, su Dios. Y irá delante de él, con el espíritu y poder de Elías, para reconvertir los corazones de los padres a los hijos y los rebeldes a la sabiduría de los justos, afín de preparar para al Señor un pueblo bien dispuesto”4.
Jesús, inequívocamente, identificó dos veces a Elijah (Elías) como Juan:
“Mas os digo, que ha venido Elías, y no lo conocieron.”
…Los discípulos entendieron entonces que les hablaba de Juan el Bautista5.
Otra vez Jesús dijo:
“Porque todos los profetas, y la ley, hasta Juan profetizaron. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”6.
Cuando Juan negó que él fuera Elías (Elijah)7, quiso decir que en la modesta vestidura de Juan, no venía con la alta investidura exterior de Elijah, el gran guru. En su encarnación anterior, él le había dado el “manto” de su gloria y su riqueza espiritual a su discípulo Elisha (Elijah).”. “Y Elisha dijo:
´Te pido que las dos partes de tu espíritu sean concedidas a mí.`
Y el le dijo (Elijah):
´Cosa difícil has pedido; sin embargo, si me vieres cuando fuere quitado de ti, así será…` …Y (Elisha) tomó el manto de Elijah, que se le había caído.”8.
Los papeles se habían cambiado, porque Elijah-Juan ya no necesitaba ostensiblemente ser el guru de Elisha-Jesús, ahora perfeccionado en realización divina.
Cuando Cristo se ha transfigurado en la montaña9, fue a su guru Elías y a Moisés a quienes vio. Una vez más, en su hora postrera, en la cruz, Jesús pronunció, el nombre divino:
“´Eli!, Eli!, ¿lama sabachthani?!´”
Es decir:
´Dios mío!, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?!.`
Algunos de los que estaban allí cerca, cuando oyeron esto, dijeron:
´Este hombre invoca a Elías… veamos si vendrá Elías a socorrerlo”10.
El eterno lazo entre guru y discípulo que existía entre Juan y Jesús, estaba igualmente presente entre Babaji y Lahiri Mahasaya. Con tierna solicitud, el inmortal guru cruzó las turbulentas aguas del olvidadizo que se agitaban entre las dos últimas vidas de su chela, guiando los pasos sucesivos del niño y más tarde del hombre Lahiri Mahasaya. No fue sino hasta que el discípulo había llegado a sus treinta y tres años cuando Babaji consideró que había llegado el tiempo para que de una manera abierta restableciera el lazo jamás cortado.
Después de su breve encuentro cerca de Ranikhet, el abnegado guru ha mandado su tiernamente amado discípulo dejar el pequeño grupo de la montaña, liberándolo para una misión mundana ostensible:
“Hijo mío, yo vendré cuando tú me necesites”.
¿Qué amante mortal puede cumplir las implicaciones de esa promesa infinita?!.
Desconocido para la sociedad en general, un gran renacimiento espiritual principió, en 1861, a fluir de una remota parte de Benares. Tal como la fragancia de las flores no puede ser suprimida, así Lahiri Mahasaya, viviendo quieto y tranquilamente como un hombre ideal padre de familia, no podía ocultar su innata gloria. Poco a poco, de todas las regiones de la India, como las abejas, los devotos comenzaron la busca del néctar divino del maestro liberado.
El superintendente inglés de la oficina fue uno de los primeros en notar el trascendental y extraño cambio de su empleado, a quien él llamaba con cariño “Extático Babu”.
“Señor, parece usted triste, ¿qué le pasa?”
Lahiri Mahasaya le hizo esta compadecida pregunta a su jefe, una mañana.
“Mi esposa, en Inglaterra, está gravemente enferma y me consume la ansiedad.”
“Yo le traeré a usted algún recado de ella.”
Lahiri Mahasaya abandonó la oficina y se sentó por corto tiempo en un lugar apartado. A su regreso, sonrió consoladoramente diciendo:
“Su esposa está mejor; ahora le está escribiendo a usted una carta.”
El Yogi omnisciente le citó algunas de las frases de la misiva.
“Extático Babú, ya sé que usted noes un hombre común; y, sin embargo, no puedo creer que por su propia voluntad pueda usted suprimir, con esa facilidad, el tiempo y el espacio!”
Por fin, llegó la anunciada carta. El sorprendido superintendente encontró que no sólo contenía la buenas nuevas del restablecimiento de su esposa, sino también las mismas frases que semanas antes le había citado el gran maestro.
La esposa vino a la india unos meses más tarde. Visitó la oficina en la cual estaba tranquilamente sentado en su escritorio Lahiri Mahasaya. La señora se acercó a él reverentemente diciendo:
“iSeñor, era su forma, nimbada con un halo de luz gloriosa, la que yo contemplé hace unos meses al lado de mi cama de enferma, en Londres. En aquel instante fui inmediatamente curada. ¡Poco tiempo después estuve en condiciones para hacer el largo viaje por mar a la India!.
Días tras día, uno o dos devotos buscaban al sublime guru para recibir la iniciación en Kriya Yoga. Además de estos deberes espirituales, así como sus responsabilidades profesionales y familiares, el gran maestro comenzó a tener un interés entusiástico por la educación. Organizó muchos grupos de estudio y tuve un papel muy activo y importante en el desarrollo de una gran escuela de cursos secundarios en Bengalitola, un barrio de la ciudad de Benares. Sus reuniones diarias sobre tópicos de las Escrituras fueron tan importantes que se las llamaron de, “Asamblea del Gita”, la cuales eran ávidamente atendidas por muchos entusiastas buscadores de la verdad.
Por medio de estas múltiples actividades, Lahiri Mahasaya trató de responder al reto común:
“Después de cumplir los deberes profesionales y sociales, ¿dónde está el tiempo para la meditación devocional?”.
La armoniosa y bien equilibrada vida del gran guru-jefe-de-familia fue una silenciosa inspiración para millares de corazones ávidos de la verdad. Ganando un modesto sueldo, llevando una vida simple de sobria economía y carente de toda ostentación, accesible a todos y felizmente cumpliendo con naturalidad y alegría el camino de la vida en el mundo.
Aunque abrigado en el corazón de la Suprema Divinidad, Lahiri Mahasaya mostraba sin embargo, su reverencia a todos los hombres, independientemente de sus diferentes méritos. Cuando sus devotos o saludaban, él se inclinaba a ellos. Con la humildad de un niño, el maestro tocaba con frecuencia los pies de otras personas, pero raramente consentía que a él se los tocaran, para hacerle una distinción establecida que es costumbre hacer a un guru en el Oriente.
Un hecho significativo en la vida de Lahiri Mahasaya fue la dádiva de dar la iniciación de Kriya Yoga a personas devotas de todas las religiones, sin concretarse únicamente a los hindúes, ya que tanto musulmanes como cristianos eran sus discípulos destacados. Monistas y dualistas, y aun aquellas sectas no organizadas o reconocidas, eran todas por igual e imparcialmente recibidas y instruidas por el gran guru universal. Uno de sus más aventajados chelas era Abdul Gufoor Khan, un mahometano. Lahiri Mahasaya mostró con valentía que, no obstante el haber nacido en la elevada casta de los brahmanes, hizo esfuerzos en su época para disolver el formulismo y rigidez de las castas. Todos, sin excepción, no obstante los caminos de la vida, encontraron cobijo y amparo bajo las alas protectoras del gran guru, quien, como todos los profetas inspirados por Dios, siempre dio nuevas esperanzas a los parias, abandonados o desamparados de la sociedad. Decía el gran guru a sus discípulos:
“Recuerden siempre que no pertenecéis a nadie; y que nadie os pertenece. Reflejen en que algún día, inesperadamente, tendréis que dejar todo en este mundo; así, establezcan el contacto con Dios desde ahora. Preparaos para el viaje astral de la muerte que viene, elevándoos cada día en el globo de la percepción divina. Debido a la ilusión, vosotros pensáis que sois un mazo de carne y hueso, o que, en hipótesis no es más que un nido de dificultades11. Mediten incesantemente para que pronto podáis contemplaros a vosotros mismos como la Esencia del Infinito, libres de toda miseria humana. Dejen de ser prisioneros del cuerpo; usando la llave secreta del Kriya Yoga, aprendan a escapar hacia al Espíritu.”
El gran guru aconsejaba a sus muchos estudiantes que tuviesen una buena disciplina tradicional de sus propias religiones. Haciendo hincapié a la naturaleza abarcadora de la práctica del Kriya como una técnica de liberación, Lahiri Mahasaya daba libertad a sus chelas para que vivieran sus vidas de conformidad con el medio ambiente, educación y costumbres que habían recibido. Indicaba el maestro:
“Un musulmán debe efectuar su namaj12 cuatro veces diarias. Cuatro veces durante el día el hindú debe sentarse a meditar. Un cristiano debe arrodillarse cuatro veces al día, orando a Dios y después leer la Biblia”.
Con sabio discernimiento, el guru guiaba a sus seguidores en los senderos de Bhakti Yoga (devoción), de Karma Yoga (acción), de Jnana Yoga (sabiduría) o Raja Yoga (real o completa), de acuerdo con las tendencias naturales de cada devoto. El maestro era lento en otorgar su permiso para que los devotos ingresaran en el sendero formal del monasterio; siempre les hacía presente que deberían de reflexionar en las austeridades de una vida monástica.
El guru enseñó a sus discípulos a evitar las discusiones teóricas de las Escrituras:
“Es sabio aquel que se dedica a realizar, no solamente a leer las antiguas revelaciones. Resuelvan todos los vuestros problemas al través de la meditación13. Cambien las especulaciones religiosas, sin ningún provecho, por el contacto real y verdadero con Dios. Limpien vuestras mentes de las basuras de los dogmas teologales y dejen que penetren las aguas curativas de la percepción directa. Sintonicen vosotros mismos con la activa Orientación interior. La Voz Divina tiene respuesta para cada dilema de la nuestra vida. Aun cuando la ingenuidad del hombre para meterse en toda clase de dificultades parece sin fin, el Auxiliador Infinito no tiene menos recursos.”
La omnipresencia del Maestro fue demostrada un día ante un grupo de discípulos que lo escuchaban en sus explicaciones del Bhagavad Gita. Conforme él explicaba el significado de Kutastha Chaitanya o Conciencia Crística que vibra en toda la creación, súbitamente, jadeante gritó:
“¡Me estoy ahogando en los cuerpos de muchas almas, cerca de la costa del Japón!”.
A la mañana siguiente, sus chelas leyeron en los periódicos sobre la muerte de muchos pasajeros cuyo barco había zozobrado en el día anterior cerca del Japón.
Discípulos distantes de Lahiri Mahasaya se daban con frecuencia cuenta clara de la presencia envolvente de él:
“Yo estoy siempre con aquellos que practican Kriya. Yo los guiaré al Hogar Cósmico al través de sus amplias percepciones espirituales.”
consolando aquellos chelas que no podían permanecer cerca de él.
Sri Bupendra Nath SanyalY, eminente discípulo del gran guru, en 1892, en su juventud, no podía ir a Benares, oró y recibió la (diksha) iniciación precisa en Kriya Yoga durante un sueño. Lahiri Mahasaya se le apareció para dar respuesta a sus repetidas oraciones. Más tarde, el joven fue a Benares y pedió el diksha al Guru, el gran Guru le dijo:
“ya o inicie, durante un sueño!”
Si alguno de los discípulos descuidaba alguna de sus obligaciones mundanas, el maestro suave y amablemente, lo corregía y disciplinaba. Me decía mi maestro Sri Yukteswar:
“Las palabras de Lahiri Mahasaya siempre eran suaves y tiernas aun cuando se viera obligado a hablar abiertamente de las faltas de algún chela.”
Y agregaba con pesar:
“Ningún discípulo escapó de las barbas del maestro”.
No pude menos que reírme, pero sinceramente le aseguré a Sri Yukteswar que, punzantes o no, sus palabras eran música para mis oídos.
Lahiri Mahasaya había dividido cuidadosamente el Kriya Yoga en cuatro progresivas iniciaciones14. Concedía las tres técnicas más elevadas únicamente a los devotos que habían manifestado un definido progreso espiritual. Un día, cierto chela, considerando que no había sido apreciado en su verdadero vales, manifestó ostensiblemente su descontento y le dijo:
“Maestro, seguramente, estoy listo para la segunda iniciación.”
En ese momento se abrió la puerta y entró un modesto y humilde discípulo, Brinda Bhagat, que era un cartero en la ciudad de Benares. El gran maestro sonrió amablemente a él y dice:
“Brinda, siéntate cerca de mí. Dime, ¿estás ya listo para recibir la segunda técnica de Kriya?”
El pequeño cartero trenzó las manos en ademán y suplicante respondió con temor:
“¡Gurudeva!, por favor, no más iniciaciones. ¿Cómo podría yo asimilar una técnica más elevada? ¡He venido hoy para pedirte tus bendiciones, porque la primera iniciación en Kriya me ha dado una tanta embriaguez divina, que ya no puedo entregar mis cartas!.
“Brinda ya nada en el océano del Espíritu.”
A estas palabras de Lahiri Mahasaya, el otro discípulo dobló la cabeza y dijo.
“Maestro, ya veo que he sido un pobre obrero que ha fallado por atribuir defectos a las herramientas de trabajo.”
El cartero, que era un hombre sin cultura, desarrolló más tarde su intuición a través de Kriya Yoga, a tal grado, que hasta catedráticos y intelectuales le buscaban ocasionalmente, para obtener de él la interpretación de algunos puntos intrincados de las Escrituras. Desconociendo el pecado como la sintaxis, el pequeño Brinda ganó renombre entre los ilustrados panditas.
Además de los numerosos discípulos de Lahiri Mahasaya que vivían en Benares, cientos de ellos venían de lejas partes de la India. El mismo viajó algunas veces a Bengala, visitando a los suegros de sus dos hijos. Así que, con su presencia, bendijo a bengala; y ese lugar fue una colmena de pequeños grupos de estudiantes de Kriya. Especialmente en los distritos de Krishnagar y Bishnupur, muchos devotos silenciosos han continuado hasta estos días la fluida corriente invisible de la meditación espiritual.
Entre los muchos santos que recibieron Kriya de Lahiri Mahasaya, debe de mencionarse al ilustre Swami Vhaskarananada Saraswati, de Benares, y a Deoghar, le ascético de gran estatura, Balananda Brachmachari. Por algún tiempo, Lahiri Mahasaya fue profesor privado del hijo del Maharajá Iswari Narayan Sinha Bahadur, de Benares. Reconociendo, tanto el Maharajá como su hijo, la alta espiritualidad del maestro, ambos pidieron la iniciación en Kriya, como lo había hecho el Maharajá Jotindra Hohan Thakur.
Algunos discípulos con influencia por sus altos puestos en el mundo deseaban extender el círculo de Kriya Yoga por medio de la publicidad. El maestro les negó su permiso. Un chela, médico real del príncipe de Benares, principió a organizar una sociedad para la difusión del nombre del maestro como “Kashi Baba” (El Gran Exaltado de Benares)15. Una vez más, el guru lo impidió. Decía él:
“Dejen que la fragancia de la flor del Kriya sea llevada naturalmente sin ostentación. Sus semillas se enraizarán firmemente en el terreno de los corazones espiritualmente fértiles”.
Aunque el maestro no hay adoptado ningún sistema de predica a través de los métodos modernos de una organización o mediante la prensa, sabía que el poder de su mensaje se desbordaría como un torrente incontenible, inundando por su propia fuerza las riberas de las mentes humanas. El cambio de transformación y purificación en las vidas de los devotos era la incontestada garantía de la vitalidad inmortal del Kriya Yoga.
En 1886, veinticinco años después de su iniciación en Ranikhet, Lahiri Mahasaya se retiró pensionado16. Con su tiempo más disponible durante el día, lo buscaban sus discípulos en número siempre creciente. El gran guru se sentaba entonces, en silencio, la mayor parte del tiempo, en tranquila postura de loto. Rara vez abandonaba su salita de recepción, ni siquiera para caminar a otra parte de la casa. Una corriente silenciosa de chelas llegaba casi sin cesar para el darshan (disfrutar la Gracia de la presencia del guru).
Ante el asombro de todos los observadores, el estado fisiológico de Lahiri Mahasaya exhibía las características sobrehumanas de la suspensión del aliento, la ausencia de sueño, la cesación del pulso y de lo batimiento del corazón; ojos tranquilos sin parpadeos por horas, y una profunda aura de paz. Ningún visitante se marchaba sin experimentar la elevación espiritual de su ser; todos sabían que habían recibido la silenciosa bendición de un verdadero hombre de Dios.
El maestro permitió a su discípulo Panchanon Bhattacharya abrir el Arya Mission Institution en Calcuta. Allí el discípulo santificado difundió el mensaje del Kriya Yoga y preparó, ofreciendo para el beneficio público ciertas yogísticas hierbas medicinales17, y publicó las primeras ediciones del Bhagavad Gita en Bengalí. Donde después todos pasaran a leer el Gita de Arya Misison Institutiuon, en Bengalí y hindi, en muchas habitaciones.
De acuerdo con el antiguo costumbre, el maestro daba a la gente, por lo general, aceite de neem18 para la curación de diversas enfermedades. Cuando el guru pedía a algún discípulo para destilar el aceite, con facilidad se cumplía el encargo. Si cualquier otro trataba de hacerlo, se encontraba con innúmeras dificultades; pues el aceite medicinal se evaporaba casi todo, después de pasar por el proceso de destilación requerido. Evidentemente, las bendiciones del maestro eran un ingrediente indispensable.
La escritura manuscrita y firmada de Lahiri Mahasaya, en bengalí, (puede ser vista en el libro). Son estas líneas parte de una carta enviada a un chela; el gran maestro aquí interpreta un verso en sánscrito:
“Aquel que ha obtenido el estado de calma en que sus ojos no parpadean, ha alcanzado Sambhabi Mudra”. Firmado, Sri Shyama Charan Deva Sharman.”
El Arya Mission Institution emprendió la tarea de publicar muchos comentarios de las Escrituras Sagradas hechos por el guru. Como Jesús y otros profetas, Lahiri Mahasaya tampoco escribió libros, pero sus interpretaciones fueron registradas y arregladas por varios de sus discípulos. Algunos de estos copistas voluntarios tenían mayor discernimiento que otros para interpretar correctamente la profunda percepción interna del guru; y puede considerarse que sus esfuerzos en conjunto tuvieron éxito. Debido a esto entusiasmo, el mundo posee actualmente una colección de comentarios sin precedente, hechos por Lahiri Mahasaya, sobre veintiséis antiguas escrituras. Sri Ananda Mohan Lahiri, querido amigo y fallecido nieto del maestro, ha escrito un interesante opúsculo sobre el Kriya Yoga:
“El texto del Bhagavad Gita es una parte del poema épico Mahabahrata, que posee varios puntos claves (vyas–kutas). No cuestionar estos puntos claves serán estos apenas cuentos místicos y fácilmente pueden ser mal entendidos. Si estos puntos-claves no sean entendidos, habremos perdido una ciencia de India que ha sido preservada con paciencia sobrehumana después de una milenaria prueba experimental de millares de años19.
Fueron los comentarios de Lahiri Mahasaya los que trajeron a la luz, desnudos de alegorías, la verdadera ciencia de la religión, que había sido astutamente ocultada en las imágenes enigmáticas de las Escrituras. A través del maestro, las fórmulas de adoración védica, han sido expuestas con un valor científico de verdadera significación, y no un conjunto de palabras ininteligibles, sin algún sentido:
Nosotros sabemos que el hombre es, generalmente, impotente ante el atrayente abismo de las malas pasiones; pero, éstas se hacen inofensivas en él, que no condesciende con ellas, pues nace en él una conciencia superior de bienaventuranza perdurable al través de la práctica del Kriya Yoga. Así el desistir, la renuncia, la negación de la naturaleza inferior se sincroniza con el insistir, la afirmación del superior, la experiencia de bienaventuranza y beatitud. Sin esta evolución, las máximas morales que consisten en meras inhibiciones no tienen utilidad para nosotros.
Por detrás de todas las manifestaciones fenoménicas, amurallan en infinito, el Océano de Poder. La sed de actividades mundanas mata en nosotros el sentido de reverencia espiritual. Dejamos de percibir la Gran Vida oculta por detrás de todos los nombres y formas sólo porque la ciencia moderna nos dice como usar los poderes de la naturaleza. Esta familiaridad con la naturaleza hace nacer un cierto desprecio por sus últimos secretos; nuestra relación con ella es de carácter práctico. Nosotros a molestamos, por decirlo así, para que descubramos cómo pude ser usada la fuerza para servir a nuestros propósitos; así hacemos uso de sus energías, cuya Fuente permanece aún desconocida. En la ciencia, nuestra relación con la naturaleza es como la que existe entre un arrogante hombre y su sirviente; o, en sentido filosófico, la naturaleza es como un testigo en el banco de los acusados. Nosotros lo interrogamos y lo volvemos a interrogar, lo provocamos, y minuciosamente pesamos sus deposiciones en las balanzas humanas que no pueden medir sus valores ocultos.
De otra manera, cuando el ser está en comunión con una energía más sublime, la naturaleza automáticamente obedece sin esfuerzo ni tensión a la voluntad del hombre. Sin capacidad de entender como eso ocurre, el materialista considera ese dominio sobre la naturaleza de un´milagro`.
La vida de Lahiri Mahasaya estableció un ejemplo que cambió el conocimiento erróneo de que el yoga es una ciencia misteriosa. A pesar del carácter objetivo de la ciencia, todo el hombre puede encontrar su camino, gracias al Kriya Yoga, para entender su correcta relación con la naturaleza y sentir reverencia espiritual por todos los fenómenos, sean místicos o rutinarios acontecimientos. Lo que fue sobrenatural hace mil años, ahora no lo es; y lo que ahora es misterioso quizá será de uso corriente dentro de cien años. Es el Océano de la Energía Infinita que está detrás de todas las manifestaciones.
La ciencia del Kriya Yoga es eterna. Tan verdadera como la matemática; como las simples reglas de suma y resta, la ley de Kriya no puede ser destruida nunca. Quemen y reduzcan hasta las cenizas todos los libros de matemática: los hombre de pensamiento lógico redescubrirán siempre sus verdades; destruyan todos los libros sagrados sobre el yoga: las sus leyes fundamentales volverán a surgir siempre que aparezca un verdadero yogui, que tenga dentro de sí pura devoción y, consiguientemente, un conocimiento puro.”
Así como Babaji es, entre los más grandes avatares, un Mahavatar y como Sri Yukteswar puede, con justicia, ser llamado de un Jnanavatar o Encarnación de la Sabiduría, así Lahiri Mahasaya es un Yogavatar o Encarnación del Yoga. Según los estandartes cualitativos y cuantitativos de la bondad, el gran maestro elevó el nivel espiritual de la sociedad.
Por su poder de alzar a sus más cercanos discípulos a la estatura del Cristo y por su amplia diseminación de la verdad entre las masas, Lahiri Mahasaya figura entre los redentores de la humanidad. Como profeta singular dio énfasis a práctica de Kriya Yoga, un método definitivo que, abrió por primera vez las puertas de la liberación yogui a todos los hombres. Aparte de los milagros de su propia vida, el Yogavatar realizó el mayor de de todas las prodigios al transformar las antiguas complejidades del Yoga en algo efectivo y simple, al alcance del gran público.
Con relación a milagros, Lahiri Mahasaya decía con frecuencia:
“La operación de las leyes sutiles, que son desconocidas para la gente en general, no deben de ser públicamente discutidas o publicadas, sin el debido discernimiento.”
Si en estas páginas, parece que no he hecho caso de sus palabras de cautela, es porque él me ha dado la interna seguridad para hacerlo así. Más allá, al registrar las vidas de Babaji, Lahiri Mahasaya y Sri Yukteswar, he considerado preferible omitir muchas historias milagrosas verdaderas, las cuales no podrían incluirse sin ser escrito también un volumen explicativo de la más impenetrable filosofía.
Como yogui-jefe-de-familia, Lahiri Mahasaya ha traído una mensaje práctica adecuada a las necesidades del mundo actual. Las excelentes condiciones económicas y religiosas de la antigua India no más existen. El gran maestro, así, no hay promovido el viejo ideal del yogui como un asceta errante cargando una escudilla de mendigo. Él ha preferido resaltar las ventanajes que tendería el yogui en ganar su propio sustento, no dependiendo de una sociedad competitiva para su sobrevivencia, y practicar el yoga en el receso de su hogar. A esto consejo, Lahiri Mahasaya ha acrecentado la fuerza motivadora de su propio ejemplo. Él fue el modelo del yogui moderno, “aerodinámico”. Su modo de vida, conforme ha sido planeado por Babaji, tenía el objetivo de ser un guía a los iniciados de yoga de todo el mundo. ¡Nueva esperanza para nuevos hombres! Proclamó el Yogavatar:
“La Unión divina es posible por medio del propio esfuerzo, reiterado, sin depender de creencias teológicas o de la voluntad arbitraria de un Dictador Cósmico.”
Por medio de la llave del Kriya Yoga, personas que no pueden creer en la divinidad de ningún hombre, reconocerán, al fin, la completa divinidad de su propio ser.
Notas de margen:
1 Mateo, 3:15
2 Muchas pasajes bíblicas revelan que la ley de la reencarnación era comprendida y aceptada. Los ciclos de reencarnación son una explicación más razonable para los diferentes estados de evolución, en que se encuentra la humanidad, que la teoría común occidental; de que algo (conciencia del ego) sale de la nada, ha existido en varios grados de vitalidad por treinta o noventa años y después a regresado a su original vacío. La naturaleza inconcebible de tal vacío es un problema para deleitar el corazón de los letrados de la Edad Media.
3 Malaquías, 4:5.
4 Lucas, 1:13-17.
5 Mateo, 17:12-13.
6 Mateo, 1:21.
7 Juan, 1:21.
8 II Reyes, 2:9-14.
9 Mateo, 17:3.
10 Mateo, 27:46-49.
11 “¡Cuántas clases de muertes hay en nuestros cuerpos! Nada existe allí que no sea muerte”. Martín Lutero, “Table Talk”.
12 La oración principal de los mahometanos, que se repite usualmente cuatro o cinco veces al día.
13 “Busca la verdad en la meditación, no en libros impresos. Mira al cielo, no la laguna, para encontrar a la luna”. Proverbio persa.
14 Como el Kriya Yoga tiene muchas subdivisiones, Lahiri Mahasaya seleccionó, sabiamente, cuatro grados que consideró como esenciales, y que tienen el más elevado valor para la práctica.
15 Algunos otros títulos concedidos a Lahiri Mahasaya por sus discípulos fueron como: Yogibar (el más grande de los yoguis), Yogiraj (el rey de los yoguis) y Munibar (el más grande de los santos), a los cuales yo he agregado Yogavatar (encarnación del yoga).
16 Después de tener trabajado por treinta y cinco años en un Departamento del Gobierno.
Y Sri Bupendra Nath Sanyal, entró en Mahasamadhi en 1962. (nota de SRF)
Bibliografía:
- Extracto del libro Autobiografía de un Yogui, escrito por Paramahansa Yogananda; 2006. Publicaciónes Self–Realization–Fellowship Publishers.