La práctica de repetir la lectura de una palabra, frase o párrafo producido, de alguna manera, de un Iluminado, durante meses, años… todos los días, una y otra vez, es muy recomendable por los antiguos Sabios de la India, donde se sigue como una ciencia desde tiempos inmemoriales.
Como complemento a otras disciplinas espirituales, sus efectos son incalculables en la mente (no se olvide de incluir el inconsciente, por supuesto…) establecendo y fortalecendo dinámicas específicas del Maestro para el desarrollo espiritual del alumno que es quien se encarga de la aplicación, por las leyes del libre albedrío. Esto es lo que queremos, después de todo, ¿no es así?
La disponibilidad y apertura para entender esto es crucial.
En Occidente es poco conocido, pero incluso el aspirante de estas paradas, que tiene acceso a ella, siente que es muy difícil de aplicarla como una guía metodológica para el crecimiento interior.
En a pesar de todas estas contingencias, por un lado, y la resistencia en el otro, es conveniente estar bien advertido de su importancia en el logro de la Gracia continua del Guru y sus consecuencias.
Sería como si escuchamos en diferentes momentos de estados de ánimo que pasamos, en coexistencia física, “en o cerca” del Maestro, en un Ashram o en otro lugar, también físico, ya que el uso de la imaginación como instrumento en las primeras etapas también es útil, nos ayuda.
Y en un nivel muy sutil, se abrirá condiciones para una mayor comprensión y disfrute de la enseñanza, mediante la conexión y complicidad mantenida en la aproximación generada entre ellos, favoreciendo incalculablemente la acción del Sabio.
Por lo tanto, pasemos los dichos ha los sabios:
“El Maestro (Swami Yuketshwar) subrayó en otras ocasiones la futilidad del simple aprendizaje de libros.
– No confundáis la comprensión con la amplitud de vocabulario – señalaba.
– Los escritos sagrados son beneficiosos porque estimulan el deseo de realización interior si se asimilan despacio, estrofa a estrofa. El continuo estudio intelectual termina en vanidad y falsa satisfacción de un conocimiento indigesto.
Sri Yukteswar contaba una de sus experiencias personales en enseñanza de las escrituras. El escenario fue una ermita en el bosque, en Bengala oriental, donde pudo observar los métodos de un célebre profesor, Dabru Ballav. Su sistema, a la vez simple y difícil, era corriente en la India antigua. Dabru Ballav había reunido a los discípulos a su alrededor en las soledades silvestres. Ante ellos estaba abierto el sagrado Bhagavad Gita:
● Estuvieron estudiando atentamente un pasaje durante media hora;
● después cerraron los ojos. Pasó otra media hora.
● El maestro hizo un breve comentario.
● Sin moverse, volvieron a meditar durante una hora.
Finalmente habló el gurú:
– ¿Han entendido ustedes?
– Si, señor”. Uno del grupo aventuró esta afirmación.
● – No; no completamente!
● – Busquen la vitalidad espiritual que ha dado a estas palabras el poder de rejuvenecer la India siglo tras siglo.
● Transcurrió otra hora en silencio.
El maestro despidió a los alumnos y se volvió hacia Sri Yukteswar:
● ¿Conoce usted el Bhagavad Gita?
● No, señor, realmente no; aunque mis ojos y mi mente han recorrido sus páginas muchas veces…
● ¡Miles de personas me han contestado de forma distinta!
El gran sabio sonrió al Maestro bendiciéndole!
– Si uno se afana en la exhibición externa de las riquezas escriturales, ¿qué tiempo deja para la inmersión silenciosa e interna en pos de las perlas de inestimable valor?
Sri Yukteswar dirigió el estudio de sus propios discípulos por el mismo intensivo método de concentrar la mente en un enfoque interior.
– La sabiduría no se asimila con los ojos, sino con los átomos, decía.
– Cuando tu convicción sobre una verdad no está simplemente en tu cerebro sino en todo tu ser, puedes responder tímidamente de su significado.
– Se oponía a toda tendencia que los estudiantes pudieran tener al análisis libresco como paso necesario para la realización espiritual.
– Los Rishis escribieron en una frase profundidades que ocupan a los comentaristas eruditos durante generaciones, comentaba.
– Las inacabables controversias literarias son para las mentes haraganas. ¿Qué pensamiento más liberador que ‘Dios es’, o mejor, ‘Dios’?
Pero el hombre no regresa fácilmente a la simplicidad. Para él raramente existe ‘Dios’ sino las doctas pomposidades. Su ego se siente satisfecho de comprender tal erudición.”
Desde el libro, Autobiografía de un Yogui, de Paramahansa Yogananda,
Capítulo 12 – Los Años en la Ermita de mi Maestro,
Self-Realization Fellowship, Edición de 1946